viernes, 16 de mayo de 2014

AQUELLOS GUSANOS VOLADORES

Juzgaron mis padres con acierto que para mi formación sería bueno que estudiase en los Maristas.
Así se hizo durante el corto periodo de tiempo de mi vida que sería el ingreso y el primero de bachiller de aquellos años de cambio de década de los años 50 a los 60.
Los niños teníamos gusanos de seda en una caja de zapatos.
Conseguir morera y el olor mezclado de los gusanos, sus desechos y las hojas verdes mordidas, estableció una asociación Pauloviana que todavía recuerdo.
La  memoria recordó los acontecimientos cuando el otro día acompañando a mi nieta al colegio un caracol solitario se cruzo en su camino.
Con gran delicadeza lo colocó sobre una hoja de morera y así se lo llevo a su maestra.
Al llegar, la maestra hizo como si se maravillara y le dijo : " Por qué no se lo enseñas personalmente a tus compañeros".
Imagino que el ego de mi nieta experimento un gran Big-bang emocional, apenas contenido por la piel que delimita su ser.
De regreso a casa, el recuerdo de una escena similar en mi infancia desencadenó este escrito.
Aquellos gusanos de seda sobre los que había proyectado mi afecto infantil me acompañaron a clase de ciencias naturales.
Pensé yo que la metamorfosis de aquellos gusanos, serían motivo de "Lectio Magistra" y al comenzar la clase los puse encima del pupitre, sobre una hoja de morera.
El "hermano" transitaba por los pasillos que formaban los espacios de separación de las mesas del aula y al llegar a mi altura se detuvo.
Miró con una sonrisa los gusanos y tuve tiempo suficiente de pensar: "Le han gustado".
Justo un segundo más tarde y con un rápido movimiento de la mano  el hombre investido de sotana lanzó por la ventana el montoncito de gusanos de seda y convirtió la hoja de morera en alfombra voladora.
Dice Alberto Manquel que no solo leemos letras, palabras y frases.
Leemos entre lineas. Leemos mensajes no escritos entre mensajes explicitos.
Leemos dibujos, comportamientos, miradas y gestos.
Leemos los mensajes que nos dejan la tierra, los cielos y los mares.
Leemos los mensajes no escritos de los políticos...
Aquel día aprendí a leer Frailes y a reconocer sus mensajes encriptados, gracias al sacrificio de aquellos gusanos voladores.

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